Serie Hágalo usted mismo
Manual Introductorio a la Simbología de la Tecnocratización en Política
(Prólogo)
Tomás Díaz. Psicólogo.
El título de este comentario más que una suerte de broma auto-referente, revela la intención de aventurar una consecuencia de la tecnocratización de la política a través de un ejemplo. Si bien el comentario introduce pocos elementos conceptuales para comprender el fenómeno (Cuestión que prometo abordarla en otro momento) deja en el tapete la posibilidad de disociación social en los políticos y sus efectos en el diseño social. Para no ser extremadamente original usaremos el ejemplo del Transantiago.
Diagnóstico Social
Cuando a estas alturas, la crisis del Transantiago es sofocada con un halo de proyectos de ley controvertidos que seducen a la oposición a entrar en dinámicas confrontacionales, a riesgo de quedar mal con la opinión pública (Reforma al sistema binominal y Ley general de educación), me resisto desde mi condición de ciudadano a obviar una particular dimensión que ha emergido de las dinámicas que han acontecido desde el cambio de gabinete, en especial, la cirugía mayor al Ministerio de Transportes. El cambio de ministro, en mi opinión, significa tres cosas, (a) un ejercicio de “responsabilidad política”[1], (b) un ejercicio de negociación con la presión política de la oposición y el mundo díscolo, y (c) la más relevante para la comprensión de este comentario, la promoción de una intervención tecnológica (Perdón por la redundancia) basada en un entendimiento tecnocrático. A fin de cuentas, el gobierno ha sabido disociar discretamente al problema, lo que a mi gusto es perjudicial para el desarrollo social pero efectivo para la evaluación social a corto plazo. Lo ha disociado a mi gusto porque ha distinguido un problema vinculado a la “responsabilidad” política de todo esto (Quienes fueron y por que motivos lo hicieron) y otro problema vinculado a la capacidad técnica de solucionar esto. De hecho muchos analistas han dicho que este es un problema altamente técnico “cubierto con” dificultades políticas.
Fuera de las diferencias con esa arbitraria distinción, me parece que este es un punto bastante interesante. Bajo esta concepción, el personero político encargado de solucionar este problema debe hacerse cargo en cuanto político de promover la superación de dificultades técnicas en diversas unidades. Pareciera ser una gran tarea para un gran personaje. Fíjese bien en los significados del contexto porque determinan nuestra comprensión. Este es un personaje elegido para solucionar un gran problema, no necesariamente para hacerse cargo de una cartera. Para solucionar el problema particular y no la proyección estratégica de un Ministerio. Por lo mismo sonaba más seductora para el gobierno la elección de un “Zar” del Transporte. Repito. Del Ministro se espera una solución, después veremos que pasará con el políticamente.
Por el otro lado, Cortázar, el ya no tan nuevo ministro, ha sido promocionado como un tipo orientado a las soluciones. Se ha hablado mucho de su labor en el Ministerio del trabajo en el periodo Aylwin pero en especial de la forma como abordó su rol de director de TVN en el periodo Frei. De manera impecable, sin experiencia en el rubro, logró éxitos en la señal mostrando ser eficiente y un exitoso director que no se deja llevar por las señales “políticamente correctas” de la Concertación. De hecho renuncia a este cargo, en el contexto de diversas críticas por mantener este mismo perfil por el cual hoy es convocado. Altamente técnico y poco interesado en partidizarse o coalicionarse políticamente. Esto es tan notorio que incluso a sido nombrado por la misma oposición como candidato para ministerios en hipotéticos gobiernos.
Diagnóstico Clínico
El actual Ministro de Transportes ha sido elegido porque es un hombre que tiene un know how particular que desdibuja la mirada política tradicional de los Ministros. Como se dice en el chileno común “se nota que es inteligente”. Tiene una mirada intelectual, ojos pequeños por las largas lecturas (Anteojos incluidos pos cierto), grandes entradas y una frente pronunciada. Responde sin mucho esfuerzo al fenotipo del cerebrín del curso. No ese que es nerd sino ese que a la vez que sabe, se maneja inteligentemente con las redes sociales, cambiando inteligencia por protección, prestando la prueba y luego cobrando, ridiculizando intelectualmente sin intención, y con pasta de líder positivo. Fuera de broma, es un tipo con rigor técnico. Es un tipo empírico, de datos, de números. Por eso es percibido con simpatía en la derecha porque no está pasado a ideología, ese ajeno sentido o valor que detestan de la Concertación. Cortázar es un tipo discreto políticamente por eso huele a tecnócrata. Cercano a aquellos que decían que los políticos deben preocuparse de solucionar los problemas reales de la gente.
Sin embargo, paralelamente al trabajo técnico de producir soluciones que contribuyen o no, se ha mostrado en su dimensión comunicacional notablemente más romántico que su antecesor. Excesivamente romántico. Casi invadido de profundas convicciones, lleno de metáforas y con una pseudoconstrucción de ideología narrativa. A la vez, se muestra receloso del dato y del número (¡!), evitando abordar elementos “objetivos” que no pueden calcularse pero si creyendo en la amplitud de significados del símbolo Túnel. Cual Sábato. Es curioso que esto suceda en un economista. Pero es más curioso que esto suceda en Cortázar, considerando las expectativas que se tenían de él y la imagen que se ha cultivado hasta antes de su nombramiento.
¿Como se puede entender este comportamiento? Hoy en día, la Concertación, el sistema político donde se inserta este sujeto, busca articular soluciones que la saquen del descenso progresivo de popularidad. Los asesores saben bien que esto no es solo un tema de “no saber solucionar los problemas reales de la gente”, sino que se dan cuenta perfectamente que junto con fallar en lo técnico, sino hacen algo pronto, a la larga van a terminar fallando en la posibilidad de mantener una leyenda que de continuidad a la mística que los sustenta en el gobierno. Una mística que ya no resuena porque se agotó y porque cumplió su ciclo histórico. Y saben que cada reparación debe ir acompañada de algún mensaje que suene a algún tipo de valor que los diferencie de la Alianza que carece de todo tipo de ideología. Un nuevo mensaje que no se sabe cual es, como puede ser y hacia donde debe ir. Solo se sabe que debe haber u cuento. En ese objetivo, creo yo, busca integrar nuevamente este problema particular del Transantiago, a través del complejo actuar de este Ministerio, produciendo a la vez, soluciones y mitología con el fin de promover adhesión política, en un complejo escenario de caos y desorganización. Si esta hipótesis es sustentable demostraría un profundo error en el manejo político de los asesores. Se convertiría en un símbolo de la tecnocratización ineficiente, ya que como veremos produciría efectos indeseables demasiado severos.
Desde ese sistema se le pide al Ministro operar. Respondiendo a lo técnico y a lo político, al mismo tiempo pero separadamente. Atender en algunas dimensiones a lo primero y en otras a lo segundo. A veces juntas. A veces separadas. Pidiendo a la persona operar como siempre ha operado, pero a la vez diferente para cumplir objetivos de posicionamiento político. Que locura. En ese escenario ¿Cómo hubiese usted respondido a las preguntas de los panelista de Tolerancia Cero? Yo creo que le hubiese pasado lo mismo. Cruzado por estas incongruencias del contexto de la Concertación se hubiese comportado igual de incomprensible. Igual de vago. En términos clínicos, lo que ha sucedido es que tarde o temprano aquellas dimensiones del sí mismo que por recurrencia han sido más promovidas en los sistemas en que cada uno ha vivido, tienden a entrar en contradicción con lo que se espera de uno en sistemas diferentes. Producen una suerte de dolor incomprensible y una suerte de pseudo doble vínculo. Donde en el mejor de los casos el individuo adhiere a alguna forma de conducta incomprensible de manera estereotipada. Sin embargo lo que sucede con este sujeto no se relaciona con el mismo o alguna esencia desvocada en su intrapsiquis. Es uno de los símbolos (Síntomas desde el entendimiento clínico) más claros de un contexto de tecnocratización de la política: Solución a los problemas de la gente y construcción de ideología como estrategia de marketing. Se ha creído en la no-ideología desde el punto de vista técnico enfocando todo el quehacer en los problemas de impacto directo y de corto plazo en la sociedad, y a la vez se ha creído en la manipulación de la moral y la ideología con fines de mantención del rebaño concertacionista y como estrategia de confrontación con la Alianza. Esto, con profundas confirmaciones en la sociedad que comienza a pensar que la política, en su concepto profundo, nada tiene que ver con la solución de problemas sociales y que en rigor se necesitan más profesionales al servicio del país, orientados al corto plazo. Y con justa razón lo afirman, basándose en la evidencia de que cuando los políticos actuales intentan hacer política se desarman conceptualmente y se desconectan de la “realidad”. Y es verdad, eso esta pasando, pero no porque sea una dinámica propia de lo político sino porque esta siendo entendida dentro del contexto de una progresiva tecnocratización paradójica.
[1] Ya he comentado en otra oportunidad acerca de este curioso concepto
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