12.20.2009

LLEVANDO EL PAN A LA MESA

En un programa del cable de esta semana, se encontraron Solari y Carlos Larraín junto a otros panelistas. Solari, en el intento de diferenciar a Frei de Piñera, apeló a la vieja idea del tamaño del estado atribuyendo a la izquierda la idea de “más estado” y a la derecha, lo contrario. Todo esto vinculado subterfugiamente a la presencia o no de los sistemas de protección social[1] en uno u otro gobierno.

Frente a estas confrontaciones, el candidato de derecha ha insistido en que prefiere la idea de un “mejor estado”. Frente a esta idea, técnica y académicamente correcta[2], la concertación ha recurrido a la falacia ad hominem de distinguir la poca credibilidad de la fuente, transformando las intenciones nobles en intenciones de manipulación, en el entendido de que “esencialmente” lo que la derecha quiere es “mayor mercado” y “menos estado”. Si bien, este camino ha tenido ciertas fructiferaciones en el pasado, en la actualidad no parece resonar en absolutamente nadie, teniendo en cuenta que hoy por hoy el candidato de derecha tiene una oportunidad importante de ganar las elecciones del próximo Enero.

Sin embargo, el debate entre Solari y Larraín muestra otra dimensión de encuentro, muy interesante desde la visión de lo que Foucault[3] denominó el poder-conocimiento. Cuando Solari apela a la diferencia en las implicancias pragmáticas de ambas ideologías, Larraín le responde: “Pero haber…¿Cómo le explicas tú a la mayoría de la gente que significa “más o menos estado”… (…)...si en definitiva a muchos les preocupa el llevar el pan a la mesa diariamente?”. Una respuesta, aparentemente ingenua, de mucho sentido común, potente comunicacionalmente y con una clara herencia de la recordada frase: “Debemos pensar en las reales necesidades de la gente”.

¿Cuáles son las premisas que sustentan una pregunta como esta? Primero, solo puede formularse haciendo una distinción previa entre ideas de políticos e ideas de personas (Quizá entre política y vida). Segundo, aceptar que la política (Y las consecuencias de las dos grandes ideologías de la modernidad) tiene una relación con las oportunidades de las personas pero como sucede en la vida, opera en el campo de lo no-dicho. Tercero, y lo más importante, que para Larraín, la explicación del suceder de la vida en cuanto acceso a las oportunidades, en tanto a la complejidad que las constituye, es vinculante a unos individuos y no así a otros (Políticos en una oficina y personas hablando entre sí y con políticos).

Por todo esto, me pregunto:

1. ¿Tengo razones para pensar que a Larraín le interesa que todos entendamos cuales son las implicancias de optar por una ideología moderna de derecha o de optar por una ideología moderna de izquierda?

2. ¿Tengo razones para pensar que a la concertación le ha interesado que entendamos estas diferencias?

3. ¿Cuánto entienden tus padres de estas diferencias, tus hermanos, los profesores de tu escuela, los amigos de tus amigos, o la esposa de tu hermano?

4. ¿Tengo razones para pensar que la falta de debate de ideas y la constante, recurrente e incansable apelación romántica al hombre del presidente (“Su juventud-inmadurez”, “su experiencia- su conservadurismo”, “su rebeldía-su torpeza”, “su capacidad de emprendimiento en el mundo privado- su avaricia y ansias de poder”, etc…) en esta campaña son resultado de la estupidez humana? (Otra apelación al yo individual, diría Gergen).

Pues lo que yo pienso es que NO. Que los discursos, los poderosos discursos que apagan la voz de las minorías suenan más fuerte que nunca. Porque ni Solari, ni menos Larraín, han hecho algo por desarrollar el entendimiento de los ciudadanos respecto a las ideas básicas. Y no lo han hecho, no porque a ellos no les interese, sino porque a los discursos dominantes a las que sus ideas se adscriben, esos discursos modernos, individualistas, esencialistas, yoístas, no toleran ni entienden la posibilidad de que otras voces cuestionen o transformen las categorías que han producido.

Por eso, los que votamos por Marco, no votamos por él, votamos por un núcleo de inteligibilidad posmoderno. Los viejos tercios de la política no entienden esto, son ciegos a este fenómeno. Si mañana Marco vuelve a la concertación, no importa. Votamos por el discurso transformador. Y no es un “voto de protesta” como el discurso dominante quiere hacer ver: un discurso que quiere transformar la metodología sin la epistemología a la base.

A diferencia de la concertación y de la derecha, yo pienso que política es vida y que vida es política, y que los caminos del desarrollo están en la misma vereda del pluralismo y el conocimiento. Y si estos representantes no están interesados en que los ciudadanos entendamos sus premisas, entonces yo no estoy interesado en ellos.



[1] ¿Alguien sabe en consiste esta red? ¿Cuáles son sus principales interacciones? En tanto red…¿Qué tipo de procesos la constituyen?... todo esto debería ser motivo de algún comentario…

[2] Revise a Norbert Lechner en Estudios Públicos Nº 47

[3] Vigilar y castigar, 1975.

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